Anne Glancey es una profesora retirada que desde hace años vive aislada en la casa en la que se crió, en New Jersey, Estados Unidos.
La propiedad estaba en un estado lamentable: pintura desconchada, el jardín fuera de control y con un auto Plymouth de 1984 oxidado .
Un día recibió una carta donde el ayuntamiento amenazaba con multarla con unos US$3.000 diarios si no arreglaba su casa. Pero sin dinero y apenas amigos o familiares, la anciana no sabía qué hacer.
Hasta que un inesperado gesto de solidaridad llamó a su puerta.
Anne apenas se relacionaba con nadie, era muy tímida e introvertida, por lo que no tenía muchos amigos.
Excepto Adam y Kristin Polhemus, una pareja que se mudó a la casa de al lado hacía cinco años. Cuando se mudaron empezaron a detenerse en la casa de la anciana para hablar con ella y así iniciaron una amistad.
Varias veces insinuaron a Anne que podrían ayudarla a reformar su casa, pero cada vez que lo mencionaban la mujer cambiaba de tema.
Hasta que un día recibió la carta del ayuntamiento amenazando con una multa de US$3.000 diarios por el mal estado de la fachada, el descuido del jardín y el vehículo oxidado abandonado en su propiedad.
Desesperada la mujer no sabía que hacer, ella no tenía dinero y no podía hacer semejante obra sola.
Así que Adam y Kristin se pusieron manos a la obra. Convocaron a vecinos, amigos y miembros de su iglesia a ayudar a Anne y la respuesta fue conmovedora.
Unas 25 personas se pasaron todos los fines de semana de este verano ayudando a lijar paredes, pintar y reparar los desperfectos de la casa.
Al principio Anne se mostró tan retraída como siempre, pero luego empezó a salir a ofrecer pastel de zanahoria y zumo de naranja fresco a toda la gente que participaba en la obra.
Repararon la fachada, donaron el auto abandonado y dejaron el jardín impecable. En total, Adam estima que las reparaciones habrían costado entre 10.000 y 15.000 dólares.
Gracias a la voluntad de estos vecinos el milagro fue posible. Y no sólo eso, la experiencia hizo que Anne se abriera mucho más y ahora mantiene una amistad con otros miembros de la comunidad.
Y es que este gesto de solidaridad no sólo la salvó de la multa sino también del aislamiento en el que vivía esta anciana.
¡Qué gran gesto de generosidad y de amor el de esta comunidad! Compártelo si estás de acuerdo.