No puedes imaginarte que le dijo a la enfermera al estar en la silla ginecóloga. ¡Genial!

Yo creo que casi todos opinan que el primer encuentro con una silla ginecóloga puede ser un poco maluco. Para muchas mujeres, que han estado ahí algunas veces, tal vez no es gran cosa, pero los hombres no están tan acostumbrados de sentarse ahí. Svein Harald Røine se ha hecho famoso por sus conferencias inspiradoras en por ejemplo liderazgo. También es el autor del sitio web AlltidPositiv y ha escrito un libro popular que se llama ”MODIG”. Es de ahí que esta historia tan divertida viene. La historia ha creado muchas sonrisas y se ha compartido miles de veces. Para aclarar debemos decir que afortunadamente todo salió bien con el protagonista. Su enfermedad no era tan grave como uno pensaba al principio.  

Esta es la historia, que está publicada con el permiso del autor.

Para todos los hombres.
Fue después de esta experiencia que me di cuenta de la VALENTÍA de todas las mujeres.
Después de un tiempo con problemas con la vejiga al fin tuve que ir donde el médico. El camino ese día se sintió igaul de pesado como caminar en Gólgota.

Después de haber respondido algunas preguntas de rutina la rutina se acabao por mi parte. Los dos pretendemos como si esto fuera lo más natural del mundo y hablamos paradójicamente sobre golf, palos, pelotas y hole-in-on, antes que pierda mi virginidad – allá atrás. Dios se tiene que haber reido cuando creó al hombre y escondió la próstata en el sitio más oscuro del mundo.

”Esto tiene que ser algo de lo más humillante que he vivido”, pensé yo, pero estaba muy equivocado.

”Debes ir al hospital en Fredrikstad para más examenes”, terminó el médico.

”Por qué?”, pregunté muerto de miedo.

Soné más o menos como un hombre que se acaba de enterar que la suegra se va a vivir con él por una semana entera. Bueno, pero esto no va para mí, porque yo tengo una suegra maravillosa. Bueno, en todo caso, seguramente así hubiera sonado si no hubiera tenido una suegra maravillosa que es la excepción que confirma la regla.

Para nada me imaginaba lo que esperaba.
Una palabrita clave: ”Silla ginecóloga”.

La silla ginecóloga debe haber sido inventada por el cerdo más sádico de esta tierra. No me sorprendería si fue la inquisición que desarrolló esta herramienta para torturar a los infieles. Sólo el pensamiendo de que uno se va a sentar en esta posición hace que un salto de una montaña suene fácil.

En todo caso me dijeron que me sentara en el ”poste de la vergüenza”. Sin ropa interior. Cuando me senté en esta herramienta de tortura sentí como si hice un split. Creo que las mujeres están consientes que ese no es el caso, pero mentalmente sentí como si las piernas estaban tan separadas que tienes que utilizar unos binoculares para ver de un pie hasta el otro. Mis pensamientos estaban con todas la mujeres que tienen que estar sentadas en esta silla por lo menos una vez al año. Para eso se necesita valentía. La valentía de las mujeres. RESPETO.

Tocaron la puerta i entró una efermera tierna y amable. Yo traté de contenerme. Nunca antes he deseado tanto que el piso sólo fuera un hueco grande.
Las cicatrices en el alma son imposibles de reparar.
”Hola”, dijo ella. ”Sólo voy a preparar el examen con un poco de gel de anestesia.
Gel de anestesia!
¡GEL DE ANESTESIA!
¡Si pues muchas gracias!

Mierda, si estaba paralizado desde la boca hasta los dedos de los pies. Y eso para no mencionar como estaba de paralizado entre las orejas y entre las piernas. Ni siquiera una tonelada de Viagra lo hubiera podido cambiar.

La enfermera se paró entre mis piernas, se agachó hacia abajo y empezó a profesionalmente echarme el gel de anestesia. Miró entre mis piernas y sonrió. Yo pensé en Mr Bean.
”Él es el único que puede salir de esto sin problema”.

Yo ni había podido decir ”hola” y sentí que tenía que reponerme.

Dar la mano era fuera de cuestión. No pudiera coquetear inocentemente. La idea de coquetear con las piernas al aire, mientras ella echaba gel de anestesia en mi uretra, se sentía tan natural como cantar el himno nacional francés en nuestro día de la independecia. Tal vez podía hablar de algo mas del diario. La enfermera alegre trabajaba concentradamente. Yo pensaba y pensaba en algo que decir y mientras tanto miré hacia la ventana y vi las hojas de otoño hermosas que reflectaban en el sol. De repente se me salió una palabra, sin que tuve tiempo de pensar.

”Una vista increíblemente buena, eh!

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